martes, 31 de agosto de 2010

COCKTAIL


YO SOY ASÍ



mitad vermouth
mitad gin
unas gotas de jarabe de frutillas
se sirve con frutas en alcohol


Una receta y un poema.

(extraído de El libro de Doña Petrona, que heredé de mi abuela Chola).




lunes, 16 de agosto de 2010

ASI SI



REGLAMENTO GENERAL LOBUNO PARA LA VIDA:


1. Comer

2. Descansar

3. Vagabundear en los períodos intermedios

4. Ser fiel

5. Amar a los hijos

6. Meditar a la luz de la luna

7. Aguzar el oído

8. Cuidar de los huesos

9. Hacer el amor

10. Aullar a menudo

Del libro "Mujeres que corren con los lobos" de Clarissa Pinkola Estés.

La imagen es del blog de María http://hablandodesdelcorazn-maria.blogspot.com

jueves, 12 de agosto de 2010

ESCUELA DE VIDA



Yo fui en un Colegio y a un Instituto, pero no sé si fui a la escuela.
El Colegio era de monjas y de maestras que fomentaban la competencia.
El Instituto era Social Militar, por suerte lo mejor fue lo social (a lo otro no le di ni bola), y compartí allí afectos y experiencias encantadoras. Pero aun así, no sé si fui a la escuela.
Para mí a la escuela se va caminando o en bici, se lleva la vianda que sobró de la cena y un alfajor Guaymayén para el recreo. La mejor escuela es donde podemos enamorarnos de nuestro mejor amigo e invitarlo a casa a tomar la leche.

La escuela es donde aprendemos a escucharnos y a escuchar qué música nos gusta, qué imágenes nos atrapan, qué cuento nos queremos contar, qué nos deslumbra de la vida.
La mejor escuela es en la que queremos parecernos a nuestros maestros y en la que nos damos cuenta que también podemos enseñarle a ellos. Y nos dejan.

En estos días estuve visitando Colegios, Institutos, (¡Hasta fui a un School!)
Pero no hay caso, sigo pensando (de todas las maneras posibles) cuál será la mejor escuela para que vayan mis hijos.
Y a propósito del tema escuela, dejo aquí una recomedación de un hermoso libro que encontré alguna vez en la biblioteca de la casa mi abuela y que releí en estos días.

"Leerá usted aquí lo que se oye, se escribe, se ve, o en una palabra se vive en la escuela. A este recopilador se le dio por el humor y este es el resultado (...)
¿Y el que reunió este material quién es? Un maestro que ama muchas cosas: la escuela, los niños, el pueblo en el que nació y vivió, un buen mate, sus amigos"
Del prólogo, por José María Firpo.

LO QUE SE PUEDE Y LO QUE NO

Cada cosa tiene su tiempo y cada tiempo tiene sus cosas.

miércoles, 4 de agosto de 2010

COTIDIANIDADES


Esto me sucedió hoy:

Estaba por llegar a la cola para pagar en el súper de la esquina cuando un señor mayor apuró el paso para ganarme y llegar primero. Hasta ahí nada me había molestado, solo pensé “qué estado atlético, el viejo” y lo dejé pasar. Pero cuando se dio vuelta para hablarme comenzó mi malestar. Al principio solo me dijo algo así como “disculpame es que tengo la bici afuera y necesito solo esto” (mostrándome un paquete de yerba). “No hay problema, hombre, pase usted” –dije amablemente, después de todo yo no tenía ningún apuro y su edad debería haberme dado no sé, ternura o respeto. Pero no, todo empeoró cuando quiso seguir el diálogo. “Viste que mal que estamos, yo no sé, yo soy acá de la Capital y cada vez estamos peor, manga de delincuentes, qué desastre”.
Uy uy uy –me dije, no puedo seguirte en ésta. Aunque quisiera no sabría cómo. Solo lo miré con calma y creo que hasta le sonreí, a ver si mejoraba la cosa. Pero no. “Vos porque sos jóven y seguro que en el colegio no te enseñan esto, pero escuchá lo que te digo: Cada vez estamos peor”. Entonces me crispé un poquito, -no porque me viera en edad escolar eso se lo podría atribuir a su edad- sino porque yo le había dado la posibilidad al menos de cambiar la onda, pero él seguía despotricando: “sabés por qué en mi época estábamos mejor, porque éramos como europeos, el cura que me casó era polaco y todos en el barrio eran rumanos, polacos, todos, ahora el gaucho ¿para qué vino? El argentino no sirve para nada. Así estamos.”
Uf. ¡Qué agobio! Seguí callada pero ya sin ganas de sonreírle ni un poco y mucho menos de ser respetuosa, si él no estaba aportando nada al asunto. Así que ya ni lo miré, saludé a la cajera, pagué y volví a casa a darle la leche a mi hijo.

En el camino de vuelta ensayé una respuesta:
“Vaya señor, súbase a la bici, pedalee y vea si puede ganarle unos minutos de felicidad a la vida que mucho no le queda. Y si no puede decir nada amable o bonito, la próxima vez al menos no se adelante en la cola, así no debo soportar su mufa”.

Que tengan buen día.