viernes, 29 de abril de 2011

¿Qué es el amor?





El romance del Centauro y la sirena




"Y al que se duerme, lo velan. Y el que se enamora, lo dejan solo como el anciano que no hace amistades nuevas porque imagina que ya no tendrá tiempo para disfrutarlas.
Decía el finado Lacan -y lo sostienen sus discípulos y practicantes-, que el amor es recíproco pero no simétrico y que en realidad no estamos hechos el uno para el otro. Y entonces, quienes así piensan huyen de ese infortunio refugiándose, sin saberlo, en la vida práctica. Jugando sólo el tiempo neto, como si la mirada, el aliento, la caricia, el sabor de la piel y el sonido del silencio sólo fueran- como en el básquet- segundos para descontar.
No hay tiempo que perder y la abstracción del sentimiento amoroso suele en los finales de este siglo como la alfarería o la fabricación casera de puntas de flecha. Y así nos encuentra el progreso, bailando solos o de a tres, con luces multicolores que se prenden y se apagan, sumergiéndonos alternativamente en la noche y en el día, haciéndonos perder la noción del lugar, de la hora, y de la compañía de ese momento; y lo que es peor, sin la mínima chance de escuchar lo que nos dicen y mucho menos de que nos oigan, enyesados con la música que ocupa el lugar de la conversación, y que al hablar con nosotros, nos hace ajenos, distantes, solitarios.
Pero no hay que entregarse. Una mayoría silenciosa del amor sacó número y aguarda pacientemente que los llamen para pelar sus sentimientos. Hoy las mujeres avanzan y los hombres retroceden. Han cambiado las reglas del juego y los libretos invertidos provocan discursos torpes y sentimientos confundidos. Sólo se ve respiración boca a boca y lucha cuerpo a cuerpo. Entregan lo que no poseen. El amor ve imágenes de las que está excluido y sufre. El amor sigue colgado en la percha de la ropa fina esperando la fiesta donde lo saquen a bailar. No se trata de quién levanta a quién; de quién gana o quién pierde; se trata de darle tiempo y lugar al amor. La propuesta no es el romance de la sirena y el centauro que mucho dialogaban pero no podían consumar; la propuesta es no convertirse en franela que da brillo pero no mejora la calidad de la madera.
Tenemos tiempo. Una gota de amor diluida en una relación amistosa la colorea y la hace incomparable.
Y recuerden, te amo no es metáfora de nada”.






Escrito por Adolfo Castelo en Revista Página 30, agosto 1990.
Extraído del libro Castelo. Diario de un ironista. Escrito por sus hijas Carla y Daniela Castelo y publicado recientemente por Editorial Sudamericana.





Encuentro


Hoy me encontré con una persona muy querida que hace bastante tiempo no veía.

-¿Qué haceeés? ¿Cómo estás? -me dijo entusiasmada por saber en qué andaba.

-...

(No podía decir simplemente"bien", no podía decir amargamente"mal". No podía contarle brevemente en todo lo que andaba ni todo lo que me había pasado desde la última vez que nos vimos).

-Estoy mucho -dije para resumir.

Y como es alguien que me conoce bastante bien, no hizo falta aclarar nada más.

Después solo nos dimos un lindo abrazo como para cerrar un encuentro tan escueto como entrañable.

(Por cierto, tengo comprobado que los abrazos amigables, a la hora de la siesta, me hacen bien).

lunes, 4 de abril de 2011

Cuando llueve (Ricardo Zelarayán)


Cuando llueve , ¿quien se moja más? ¿El que corre o el que camina despacio? Adivina adivinador. ¿Nunca se sabrá?

Cuando llueve el mosquito se moja menos que el elefante, y la mosca menos que el tigre y que las pulgas del tigre. Pero ¿que no daría el mosquito por tener la sombra de un elefante y la mosca la sombra de un tigre?

Cuando llueve, nadie quiere mojarse pero todos se mojan, menos los que consiguieron ponerse debajo de algo, techo o paraguas, que son casi todos. Así no vale.

Cuando llueve, el árbol que hace sombra del sol, hace somba de lluvia.

Cuando llueve, no se puede volar o se vuela menos. Y los pájaron buscan un árbol frondoso o un alero, porque nadie les enseñó a cubrirse con las alas.

Cuando llueve, es la fiesta de los sapos. No hay mal que por bien no venga.

Cuando llueve, fracasa la casa que no podemos terminar, como el fuego al aire libre que no podemos encender.

Pero... cuando llueve, las gotas se dan al fin un baño de tierra.

Cuando llueve tu pelo se moja mucho y tus ojos nada... porque están bajo techo.

Cuando llueve, no hay canto de pájaros. Cantemos nosotros al ritmo del aguacero.

Cuando llueve, es mejor que sea verano que invierno es cierto.

Pero... nunca se sabrá si se moja más el que corre o el que camina despacio.



En Ahora o nunca (Poesía reunida), Editorial Argonauta, 2009.

Del libro Traveseando (Apto todo público), 1984.

Edición original: Traveseando, Colección la manzana roja, Editorial Kapelusz, Buenos Aires, 1984.