martes, 24 de mayo de 2011

Marta, con hache

¿Qué es lo mejor de haber estado en obra
durante más de un mes, con la casa patas para arriba, el patio roñoso, atiborrado de materiales, dos tipos que me pedían plata a diario y además me ensuciaban todo? ¿Qué puede tener de bueno un mes de mugre, polvo y desorden? Lo mejor de todo eso, pienso, es la señora de la ferretería.
Desde que la conocí supe que era un personaje especial en el barrio. Y que sería un personaje especial en mi vida. Tanto que muchas de las veces que salí de su negocio me fui con la idea de que algún día sería un personaje de una novela. Y durante este mes fui tantas pero tantas veces a comprarle cosas (hasta tres veces en un mismo día) que recolecté pequeños grandes diálogos e impresiones de esos que no tienen desperdicio y que me divierten la vida.
Y como por ahora no estoy escribiendo ninguna novela, me dejo aquí un recordatorio de que Martha, la señora de la ferretería, es una persona excepcional.



Hoy le pregunté su nombre: “Marta, con hache –me dijo –. Ah sí, sí, nena, más lírico, ¿qué te crees?, mi mamá era poeta”.

sábado, 21 de mayo de 2011

Intimidad

EL DERECHO A CALLARNOS

"El hombre construye casas porque está vivo pero escribe libros porque se sabe mortal. Vive en grupos porque es gregario pero lee porque se sabe solo. La lectura es una compañía que no ocupa el lugar de ninguna otra y a la que ninguna compañía distinta podría reemplazar. No le ofrece ninguna explicación definitiva sobre su destino pero teje una retícula apretada de complicidades entre la vida y él. Ínfimas y secretas complicidades que hablan de la felicidad paradójica de vivir, al tiempo que iluminan el absurdo trágico de la vida. De modo que nuestras razones para leer son tan extrañas como nuestras razones para vivir. Y a nadie se la ha otorgado poder para reclamarnos cuentas sobre esta intimidad."






Daniel Pennac, "Los derechos imprescriptibles del lector" en Como una novela






La imagen la tomé de aquí.



viernes, 20 de mayo de 2011

Yo y las listas



Hice una lista de los problemas que no tengo.

Tengo tanto por no hacer que está bueno registrarlo.

Tanto y tan poco.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Construir tu alegría

II- DIDÁCTICA DE LA ALEGRÍA

22

Tomo un pedazo de pan duro,
lo remojo en el agua
y lo doy a los pájaros de arriba.
Come un gorrión el pan y luego tiende
sus alas al espacio:
Elbiamor, el pan duro se ha convertido en vuelo.
Se nutre de mi pan una calandria.
Y en seguida retoma se profesión del trino:
Elbiamor, el pan duro se ha transformado en música.
No es bueno destruir el pan duro del alma:
vale más remojarlo o transmutarlo
ya en altura de vuelo, ya en canción.


35

Con los preceptos de mi Alegropeya
lograrás, Elbiamente, construir tu alegría
por la virtud sapiente y obrante de tu alma.
Y darás buena sombra
para todos. Amén.




Leopoldo Marechal

(Heptamerón, 1966)

El poema completo aquí.

(un imperdible)

martes, 17 de mayo de 2011

Juntanzas

"Ah cierto, vos estás allá arriba", me dijo alguien hoy. Yo no sé si me estoy juntando con gente muy positiva o se están dando cuenta todos, pero mientras subía la colina todo se veía de mil maravillas.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Mejoras

Uno siempre está mejor, me dijo alguien al comienzo de la semana.
La semana promedia y yo no sé si estoy mejor o qué pero desde que me lo dijo no puedo dejar de pensar en eso con entusiasmo.

Creencias

Cada vez más (o esta noche) creo que hay gente que se dice la verdad y gente que se dice cualquier cosa.

martes, 10 de mayo de 2011

Dicen que dicen...

"Cuando los días son semejantes entre sí, no constituyen más que un solo día, y con una uniformidad perfecta la vida más larga sería experimentada como muy breve y habría pasado en un momento."

Thomas Mann, La montaña mágica


***


"Pero nadie tenía por qué enterarse de dónde abrevaba yo para tomar mis decisiones."

Alejandra Laurencich, El fluir maravilloso

viernes, 6 de mayo de 2011

"Yo y mi puta puntualidad", pensó.

Tarde de sol

-Hola M.M., ¿podés hablar?
-Estoy en un entierro, te llamo el lunes, ¿puede ser?
-Sí, tranquila. ¿Es alguien muy cercano?
-La muerte siempre es muy cercana.
-...
-Te llamo el lunes, ¿si?
-Sí, tranquila.
-Adiós.


El sol, los pajaritos, el silencio
Yo y mi puta puntualidad
La muerte siempre es muy cercana
(no hay foto, pero hoy estuve ahí)

martes, 3 de mayo de 2011

Dos hermanos, dos libros, la lluvia y el sol





"Este es, en definitiva, uno de esos proyectos que me llevará toda la vida;
y que, como dice la frase final del libro,
algún otro se ocupará de continuar.
Qué… ¿tampoco se puede contar el final del libro acá?"
Juan Martín Rodríguez Denis





Mi abuela Chola decía siempre cuando contaba su historia: “Tengo diez hermanos y uno muerto”. Lo decía en presente, aunque los diez que había tenido también estuvieran ya muertos al momento en que lo decía. Quería decir que había compartido su vida con diez hermanos, además de haber tenido uno por un breve tiempo, que había fallecido de pequeñito. Pero esa era su muletilla de dolor. Una especie de karma fraternal no resuelto. Me decía tantas cosas su manera de decirlo.
Cuando me preguntan cuántos hermanos tengo, todavía me confundo. ¿Tengo o tuve? Y no se trata de un tiempo verbal. Esa duda no está en los manuales de estilo. Es mucho más profunda.
“Somos seis”, me había aprendido. “Éramos siete pero perdimos una hermanita de chicos” –agregaba solo en muy pocas ocasiones cuando mi interlocutor merecía más datos. Durante tantos años fue tan efectiva mi muletilla para explicar el dolor, y se me había hecho tan muletilla, que aún me cuesta deshacerme de ella y no le encontré reemplazo. “Quedamos cinco”, digo irónica –acordándome de la canción esa de los diez perritos que van desapareciendo de a uno–. Y casi enseguida descarto la frase por efectista o patética (solo la reservo para el interlocutor avanzado, ese que sabe de todos los colores del humor, de todos los sabores del dolor). Al resto les digo (después de hacer –no sin esfuerzo– un breve raconto): “Tengo tres hermanas mujeres y un hermano varón, todos vivos”. Punto. Fin de la ironía y del dolor. Y ahí nomás me acuerdo de mi abuela.
Esto viene a cuento, pero lo que quiero decir hoy es otra cosa. Es más o menos esto: Tengo –entre mis cosas guardadas en cajas– dos textos que escribieron mis dos hermanos. Yo quiero darles luz, para ellos y para mí. Y qué importa si uno de ellos ya no está. Las páginas sí están y sus palabras me dicen mucho. Tendré que saber esperar el momento oportuno.


Dos hermanos, dos libros. Uno muerto, uno vivo. Tengo mucho por hacer.
¡Uy! Ya no llueve. Salió el sol. Mi escritura es una fiesta.